Mensajes externos...

Mensajes externos de procedencia interna del Universo..

Nombre: RA
Ubicación: Orv.7, Neb, Sat.606, Ura.

7.21.2006

Los jardines y gobierno del Universo Local

Esta esfera azul que vosotros llamáis Tierra y que su nombre universal es Urantia, comúnmente se denomina con el número 606 de Satania en Norlatiadek de Nebadon, esto es, el mundo habitado 606 en el sistema local de Satania, ubicado en la constelación de Norlatiadek, una de las cien constelaciones del universo local de Nebadon. Siendo las constelaciones las divisiones primarias de un universo local, sus gobernantes vinculan los sistemas locales de los mundos habitados a la administración central del universo local en Salvington y por reflexividad a la superadministración de los Ancianos de los Días en Uversa.
El gobierno de vuestra constelación está ubicado en un grupo de 771 esferas arquitectónicas, la más grande y más central de las cuales es Edentia, el asiento de la administración de los Padres de la Constelación, Los Altísimos de Norlatiadek. Edentia misma es aproximadamente cien veces más grande que vuestro mundo. Las setenta esferas principales que rodean a Edentia son alrededor de diez veces el tamaño de la tierra, mientras que los diez satélites que giran alrededor de cada uno de estos setenta mundos son aproximadamente de la dimensión de la tierra. Estas 771 esferas arquitectónicas son totalmente comparables en tamaño a las de otras constelaciones.
La medición del tiempo y la distancia en Edentia es la misma que en Salvington, y como las esferas de la capital del universo, los mundos sede central de la constelación están plenamente abastecidos de todas las órdenes de inteligencias celestiales. En general, estas personalidades no son muy distintas de aquellas que se describen en relación con la administración del universo.
Los serafines supervisores, la tercera orden de ángeles del universo local, son asignados al servicio de las constelaciones. Tienen su sede central en las esferas capitales y ministran ampliamente a los mundos de capacitación morontial que los rodean. En Norlatiadek las setenta esferas principales, juntamente con los setecientos satélites menores, son habitadas por univitatia, los ciudadanos permanentes de la constelación. Todos estos mundos arquitectónicos están administrados por varios grupos de vida nativa, en su mayor parte no revelados pero que incluyen a los eficientes espironga y los hermosos espornagia. Siendo el punto medio en el régimen de capacitación morontial, como es de esperar, la vida morontial de las constelaciones es tanto típica como ideal.
Edentia abunda en mesetas fascinadoras, amplias elevaciones de materia física coronadas de vida morontial y esparcidas de gloria espiritual, pero no hay cadenas montañosas abruptas tales como existen en este planeta. Existen decenas de miles de lagos resplandecientes y miles de miles de arroyos que los interconectan, pero no hay grandes océanos ni ríos torrenciales. Sólo las mesetas carecen de estos arroyos de superficie.

El agua de Edentia y de las esferas arquitectónicas similares, no es diferente del agua de los planetas evolucionarios. Los sistemas de agua de dichas esferas son tanto de superficie como subterráneos, y la humedad está en constante circulación. Se puede circumnavegar Edentia por varias rutas fluviales, aunque el sistema principal de transporte es la atmósfera. Los seres espirituales naturalmente viajan sobre la superficie de la esfera, mientras que los seres morontiales y materiales hacen uso de medios materiales y semimateriales para salvar el pasaje atmosférico.
Edentia y sus mundos asociados tienen una verdadera atmósfera, la mezcla usual de los tres gases que es característica de tales creaciones arquitectónicas, y que incorpora los dos elementos de la atmósfera del planeta tierra, universalmente llamado, Urantia, además del gas morontial adecuado para la respiración de las criaturas morontiales. Pero aunque esta atmósfera es tanto material como morontial, no hay tormentas ni huracanes; tampoco hay verano ni invierno. Esta ausencia de disturbios atmosféricos y de variaciones estacionales hace posible embellecer todos los ambientes exteriores de estos mundos creados especialmente.
Las mesetas de Edentia son magníficas creaciones físicas, y su belleza está enaltecida por la profusión interminable de vida que abunda en toda su longitud y anchura. Excepto algunas estructuras más bien aisladas, estas mesetas no contienen obras hechas por las manos de las criaturas. Los adornos materiales y morontiales están limitados a las zonas de vivienda. Las elevaciones menores son el sitio de las residencias especiales y están hermosamente embellecidas tanto con arte biológico como con arte morontial.
Ubicadas en las cumbres de la séptima cadena de mesetas están las salas de resurrección de Edentia, en las que despiertan los mortales ascendentes de la segunda orden modificada de ascensión. Estas cámaras de reensamblamiento de las criaturas están bajo la supervisión de los Melquisedek. La primera de las esferas de recepción de Edentia (como el planeta Melquisedek cerca de Salvington) también tiene salas especiales de resurrección, en las que se reensamblan a los mortales de las órdenes modificadas.
Los Melquisedek también mantienen dos facultades especiales en Edentia. Una, la facultad de emergencia, se dedica al estudio de los problemas que han surgido de la rebelión en Satania (rebelión de Lucifer). La otra, la facultad de autootorgamiento, se dedica al dominio de los nuevos problemas que surgen del hecho de que Micael realizó su autootorgamiento final en uno de los mundos de Norlatiadek. Esta última facultad fue establecida casi cuarenta mil años atrás, inmediatamente después del anuncio hecho por Micael de que Urantia se había seleccionado como mundo para su autootorgamiento final.
El mar de cristal, la zona de recepción de Edentia, está cerca del centro de administración y la rodea el anfiteatro de la sede central. Alrededor de esta zona están los centros de gobierno para las setenta divisiones de los asuntos de la constelación. La mitad de Edentia está dividida en setenta secciones triangulares, cuyos límites convergen en los edificios sede central de sus respectivos sectores. El resto de la esfera es un vasto parque natural, los jardines de Dios.
Durante tus visitas periódicas a Edentia, aunque el entero planeta está abierto para tu inspección, la mayor parte de tu tiempo se dedicará a ese triángulo administrativo cuyo nombre corresponde al de tu mundo residencial actual. Siempre serás bienvenido como observador en las asambleas legislativas.
El área morontial asignada a los mortales ascendentes que residen en Edentia está ubicada en la zona media del triángulo número treinta y cinco adyacente a la sede central de los finalistas, situada en el triángulo treinta y seis. La sede general de los univitatia ocupa una zona enorme en la región media del triángulo treinta y cuatro inmediatamente adyacente a la región residencial de los ciudadanos morontiales. Es posible ver por estos arreglos que se ha dispuesto para albergar por lo menos setenta divisiones mayores de vida celestial, y también que cada una de estas setenta zonas triangulares está correlacionada con alguna de las setenta esferas principales de capacitación morontial.
El mar de cristal de Edentia es un enorme cristal circular de unos ciento sesenta kilómetros de circunferencia y unos cincuenta kilómetros de profundidad. Este magnífico cristal sirve de campo de recepción para todos los serafines de transporte y otros seres que llegan de puntos ubicados fuera de la esfera; dicho mar de cristal facilita grandemente el aterrizaje de los serafines de transporte.
En casi todos los mundos arquitectónicos hay un campo de cristal de este tipo; y sirve para muchos propósitos además de su valor decorativo, siendo utilizado para ilustrar la reflectividad del superuniverso a los grupos reunidos y como factor en la técnica de transformación de la energía para modificar las corrientes del espacio y para adaptar otras corrientes de energía física que se integran.
Las constelaciones son unidades autónomas de un universo local, estando cada constelación administrada según sus propios estatutos legislativos. Cuando los tribunales de Nebadon (Nombre del universo local donde habitan los humanos) juzgan los asuntos del universo, todos los asuntos internos son adjudicados de acuerdo con las leyes que prevalecen en la constelación correspondiente. Los decretos judiciales de Salvington, juntamente con los estatutos de las constelaciones, las ejecutan los administradores de los sistemas locales.
Las constelaciones funcionan de esta manera como unidades legislativas, o como legislaturas, mientras que los sistemas locales sirven como unidades ejecutivas o de aplicación de las leyes. El gobierno de Salvington es la suprema autoridad judicial y coordinadora.
Aunque la función judicial suprema descansa en la administración central de un universo local, existen dos tribunales subsidiarios pero importantes en la sede central de cada constelación, el concilio Melquisedek y el tribunal del Altísimo.
El concilio de los Melquisedek revisa primero todos los problemas judiciales. Doce de esta orden que han tenido cierta experiencia de requisito en los planetas evolucionarios y en los mundos de gobierno del sistema tienen el poder de revisar las pruebas, escuchar las declaraciones y formular veredictos provisionales, que son comunicados al tribunal del Altísimo, el Padre reinante de la Constelación. La división mortal de este último tribunal consiste en siete jueces, todos ellos mortales ascendentes. Cuanto más alto asciendas en el universo, más seguro estarás de ser juzgado por los de tu propia clase.
El cuerpo legislativo de la constelación está dividido en tres grupos. El programa legislativo de una constelación se origina en la cámara baja de los seres ascendentes, un grupo presidido por un finalista y que consiste en mil representantes mortales. Cada sistema nombra a diez miembros para que participen en esta asamblea deliberante. En Edentia, en estos momentos, este cuerpo no está completo.
La cámara media de legisladores se compone de las huestes seráficas y sus asociados, otros hijos del Espíritu Materno del universo local. Este grupo cuenta con cien miembros y es nombrado por las personalidades supervisoras que presiden las varias actividades de estos seres que funcionan dentro de la constelación.
El cuerpo asesor o el más elevado de los legisladores de la constelación consiste en la casa de los pares —la casa de los Hijos divinos. Los Padres Altísimos seleccionan este cuerpo que cuenta con diez. Sólo los Hijos de experiencia especial pueden servir en esta cámara alta. Éste es un grupo que se ocupa de determinar los hechos y ahorrar tiempo, sirviendo muy eficazmente a ambas divisiones bajas de la asamblea legislativa.
El concilio combinado de legisladores consiste en tres miembros de cada una de estas ramas separadas de la asamblea deliberante de la constelación y es presidido por el Altísimo reinante de menor rango. Este grupo sanciona la forma final de todas las leyes y autoriza su promulgación a través de las emisoras. La aprobación de esta comisión suprema convierte en ley del reino las medidas legislativas; sus acciones son finales. Los pronunciamientos legislativos de Edentia constituyen la ley fundamental de todo Norlatiadek.
Gabriel comisiona por lo menos tres Hijos Vorondadek como los Altísimos de cada una de las constelaciones de Nebadon. El miembro que preside este triunvirato se conoce como el Padre de la Constelación y sus dos asociados son el Altísimo de más alto rango y el Altísimo de menor rango. Un Padre de la Constelación reina por diez mil años estándar (alrededor de 50.000 años de Urantia), habiendo servido previamente como asociado menor y como asociado decano por períodos iguales.
El salmista sabía que Edentia estaba gobernada por tres Padres de la Constelación y por lo tanto habló de su morada en plural: «Hay un río, cuyos caudales alegrarán la ciudad de Dios, el lugar más sagrado de los tabernáculos de los Altísimos».
Los Padres de la Constelación poco se ocupan de los individuos de un planeta habitado, pero están estrechamente asociados con las funciones legislativas y relacionadas con la ley de las constelaciones que tan grandemente conciernen a cada raza mortal y grupo nacional de los mundos habitados.
Aunque el régimen de la constelación se interpone entre vosotros y la administración del universo, como individuos vosotros comúnmente no os ocuparíais mucho del gobierno de la constelación. Vuestro mayor interés se concentrará normalmente en el sistema local de Satania; pero temporalmente, Urantia (El planeta Tierra) está estrechamente relacionada con los gobernantes de la constelación debido a ciertas condiciones planetarias y del sistema, consecuencia de la rebelión de Lucifer.
Los Altísimos de Edentia tomaron ciertas fases de la autoridad planetaria en los mundos rebeldes en el momento de la secesión de Lucifer. Han continuado ejerciendo este poder, y los Ancianos de los Días desde hace mucho tiempo confirmaron esta asunción de control de estos mundos descarriados. Indudablemente continuarán ejerciendo esta jurisdicción asumida hasta tanto viva Lucifer. Buena parte de esta autoridad generalmente correspondería, en un sistema leal, al Soberano del Sistema.
Pero existe aún otra manera por la cual Urantia se relacionó en forma peculiar con los Altísimos. Cuando Micael, el Hijo Creador, estaba en su misión final de autootorgamiento, ya que el sucesor de Lucifer no gozaba de autoridad plena en el sistema local, todos los asuntos de Urantia relacionados con el autootorgamiento de Micael fueron supervisados directamente por Los Altísimos de Norlatiadek.
El traidor Lucifer, cierta vez soberano de Satania, al anunciar sus exigencias de una mayor jurisdicción, intentó desplazar a todas las órdenes superiores de filiación en el plan gubernamental del universo local. Se lo propuso en su corazón, diciendo: «Elevaré mi trono por encima de los Hijos de Dios; me sentaré en el Monte de la Asamblea en el norte; y seré como el Altísimo».
Los cien Soberanos de Sistema concurren periódicamente a los cónclaves de Edentia que deliberan sobre el bienestar de la constelación. Después de la rebelión de Satania, los archirrebeldes de Jerusem( Capital del sistema) pretendían concurrir a estos concilios de Edentia tal como lo habían hecho en ocasiones pasadas. Y no se encontró forma de evitar esta arrogante actitud hasta después del autootorgamiento de Micael en Urantia y su subsiguiente asunción de la soberanía ilimitada en todo Nebadon. Desde aquel día, no se ha permitido jamás a estos instigadores del pecado sentarse en los concilios de Edentia de los Soberanos leales de los Sistemas.
El hecho de que los maestros de los tiempos antiguos conocían de estos asuntos se demuestra por el registro: «Y hubo un día en el que los Hijos de Dios se apersonaron ante los Altísimos, y Satán también concurrió y se presentó ante ellos». Ésta es una declaración de hecho, sea cual fuere la conexión en la cual aparece.
Desde el triunfo de Cristo, todo Norlatiadek se está limpiando de pecado y de rebeldes. Poco antes de la muerte de Micael en la carne, el asociado del Lucifer caído, Satán, intentó concurrir a un cónclave de Edentia, pero la solidificación de sentimiento contra los archirrebeldes había alcanzado el punto en que las puertas de la compasión estaban casi universalmente cerradas de modo tal que no dieron pie a los adversarios de Satania. Cuando no se abre la puerta para dejar pasar el mal, no existe oportunidad para el pecado. Las puertas de los corazones de toda Edentia se cerraron contra Satán; fue rechazado unánimemente por los Soberanos de Sistema reunidos, y en este momento fue cuando el Hijo del Hombre «contempló a Satán caer como un relámpago de los cielos».
Desde la rebelión de Lucifer se ha provisto una nueva estructura cerca de la residencia del Fiel de los Días. Este edificio temporal es la sede del enlace con el Altísimo, quien funciona en estrecho contacto con el Hijo Paradisiaco como asesor para el gobierno de la constelación en todos los asuntos que se relacionan con la política y actitud de la orden de los Días hacia el pecado y la rebelión.
La rotación de los Altísimos en Edentia se suspendió al tiempo de la rebelión de Lucifer. Ahora tenemos los mismos gobernantes que estaban en el cargo en ese momento. Deducimos que estos gobernantes no serán reemplazados hasta que no se elimine finalmente a Lucifer y a sus asociados.
Desde la rebelión de Lucifer los Padres de Edentia han ejercido un cuidado especial sobre Urantia y los demás mundos aislados de Satania. Hace mucho tiempo el profeta reconoció la mano controladora de los Padres de la Constelación en los asuntos de las naciones. «Cuando el Altísimo repartió su heredad a las naciones, cuando separó a los hijos de Adán, estableció los límites de los pueblos».
Todo mundo en cuarentena (como lo es la tierra) o aislado tiene un Hijo Vorondadek que actúa como observador. No participa en la administración planetaria excepto cuando el Padre de la Constelación le manda intervenir en los asuntos de las naciones. En efecto es este observador Altísimo el que «gobierna en los reinos de los hombres». Urantia es uno de los mundos aislados de Norlatiadek, y se ha asignado a un observador Vorondadek desde la traición de Caligastia (Principe planetario).


LOS JARDINES DE DIOS
Las capitales de los sistemas están particularmente hermoseadas con construcciones materiales y minerales, mientras que la sede central del universo refleja más bien la gloria espiritual, pero las capitales de las constelaciones son la cumbre de las actividades morontiales y de los embellecimientos vivientes. En los mundos sede central de la constelación el embellecimiento viviente se utiliza en forma más general, y es esta preponderancia de vida —artesanía botánica—, que hace que estos mundos se llamen «los jardines de Dios».
Alrededor de la mitad de Edentia está dedicada a los exquisitos jardines de los Altísimos, y estos jardines se encuentran entre las creaciones morontiales más encantadoras del universo local. Esto explica porqué los sitios extraordinariamente bellos en los mundos habitados de Norlatiadek tan frecuentemente se llaman «el jardín del Edén».
Los mundos arquitectónicos disfrutan de diez formas de vida de la orden material. En Urantia existe vida vegetal y vida animal, pero en un mundo como Edentia hay diez divisiones de órdenes materiales de vida. Si pudierais visualizar estas diez divisiones de la vida de Edentia, vosotros rápidamente clasificaríais a las primeras tres como vegetales y a las últimas tres como animales, pero seréis totalmente incapaces de comprender la naturaleza de los cuatro grupos intermedios de formas de vida prolíficas y fascinadoras.
Aun la vida claramente animal es muy distinta de la de los mundos evolucionarios, tan distinta que es casi totalmente imposible describir para la mente mortal el carácter singular y la naturaleza afectuosa de estas criaturas que no hablan. Existen miles y miles de criaturas vivientes que vuestra imaginación no podría de ninguna manera imaginar. La entera creación animal es de una orden totalmente diferente de las groseras especies animales de los planetas evolucionarios. Pero toda esta vida animal es sumamente inteligente y está exquisitamente dispuesta a ayudar, y todas las distintas especies son sorprendentemente suaves y conmovedoramente gregarias. No existen criaturas carnívoras en estos mundos arquitectónicos; no hay nada en todo Edentia que pueda asustar a un ser viviente.
La vida vegetal también es muy distinta de la de Urantia, consistiendo de variedades tanto materiales como morontiales. Los crecimientos materiales tienen una coloración verde característica, pero los equivalentes morontiales de la vida vegetativa tienen un tinte violeta u orquídeo de distintas tonalidades y reflejos. Dicha vegetación morontial es puramente un crecimiento de energía; cuando se la ingiere no hay ningún residuo.
Estos mundos arquitectónicos, siendo dotados de diez divisiones de vida física, sin mencionar las variedades morontiales, proveen extraordinarias posibilidades para el embellecimiento biológico del panorama y para las estructuras materiales y morontiales. Los artesanos celestiales dirigen a los espornagia nativos en su amplio trabajo de decoración botánica y embellecimiento biológico. Mientras que vuestros artistas deben recurrir a la pintura inerte y al mármol sin vida para retratar sus conceptos, los artesanos celestiales y los univitatia más frecuentemente utilizan materiales vivientes para representar sus ideas y captar sus ideales.
Si disfrutas de las flores, arbustos, y árboles de Urantia, será para tus ojos un verdadero festín contemplar la belleza botánica y la grandeza floral de los jardines excelsos de Edentia. Pero está más allá de mi poder de descripción emprender la tarea de transmitir a la mente mortal un concepto adecuado de estas bellezas de los mundos celestiales. En verdad, el ojo no ha visto glorias tales como las que aguardan tu llegada en estos mundos de la aventura de ascensión mortal.

La verdadera naturaleza de la religión

LA RELIGIÓN, como experiencia humana, progresa de la esclavitud del temor primitivo del salvaje evolutivo hasta la libertad de fe sublime y admirable de aquellos mortales civilizados que son magníficamente conscientes de la filiación con el Dios eterno.
La religión es el antepasado de la ética y moral avanzadas de la evolución social progresiva. Pero la religión como tal no es meramente un movimiento moral, aunque las manifestaciones exteriores y sociales de la religión estén poderosamente influidas por el impulso ético y moral de la sociedad humana. La religión es siempre la inspiración de la naturaleza del hombre en evolución, pero no es el secreto de esa evolución.
La religión —la fe y convicción de la personalidad— puede siempre triunfar sobre la lógica superficialmente contradictoria de la desesperación, nacida en la mente material no creyente. Existe realmente una verdadera y genuina voz interior, esa «luz verdadera que alumbra a todo hombre que entra en el mundo». Y esta guía espíritu es distinta del impulso ético de la conciencia humana. La sensación de seguridad religiosa es más que un sentimiento emotivo. La seguridad de la religión trasciende la razón de la mente, aun la lógica de la filosofía. La religión es fe, confianza y seguridad.

LA VERDADERA RELIGIÓN
La verdadera religión no es un sistema de creencia filosófica que se pueda razonar y sustanciar mediante pruebas naturales, tampoco es una experiencia fantástica y mística de sentimientos indescriptibles de éxtasis que tan sólo puedan disfrutar los devotos románticos del misticismo. La religión no es el producto de la razón, pero vista desde adentro, es totalmente razonable. La religión no se deriva de la lógica de la filosofía humana, pero como experiencia mortal es totalmente lógica. La religión es la experiencia de la divinidad en la conciencia del ser moral de origen evolucionario; representa la verdadera experiencia con las realidades eternas en el tiempo, la realización de las satisfacciones espirituales aún en la carne.
El Ajustador del Pensamiento no tiene mecanismos especiales para obtener la autoexpresión; no hay ninguna facultad religiosa mística para la recepción o la expresión de las emociones religiosas. Estas experiencias se vuelven disponibles mediante el mecanismo natural de la mente mortal. Y en esto yace la explicación de las dificultades del Ajustador para ponerse en comunicación directa con la mente material de su morada permanente.
El espíritu divino hace contacto con el hombre mortal, no mediante sentimientos o emociones, sino en el dominio del pensamiento más elevado y más espiritualizado. Son vuestros pensamientos los que os conducen hacia Dios. Se puede percibir la naturaleza divina tan sólo con los ojos de la mente. Pero la mente que verdaderamente discierne a Dios, escucha al Ajustador residente, es la mente limpia. «Sin santidad ningún hombre podrá ver a Dios». Toda comunión interna y espiritual de este tipo se denomina discernimiento espiritual. Estas experiencias religiosas son el resultado de la impresión producida sobre la mente del hombre por la actuación combinada del Ajustador y del Espíritu de la Verdad a medida que éstos funcionan sobre y por intermedio de las ideas, ideales, visiones y luchas espirituales de los hijos evolutivos de Dios.
La religión vive y prospera, entonces no por la vista y el sentimiento, sino más bien por la fe y el discernimiento interior. Consiste, no en el descubrimiento de nuevos hechos o en el hallazgo de una experiencia única, sino más bien en el descubrimiento de significados nuevos y espirituales de los hechos ya bien conocidos por la humanidad. La experiencia religiosa más elevada no depende de actos previos de creencia, tradición y autoridad; tampoco es la religión el vástago de sentimientos sublimes y emociones puramente místicas. Más bien es una experiencia profundamente honda y real de comunión espiritual con las influencias espirituales residentes en la mente humana, y en cuanto dicha experiencia se pueda definir en términos de psicología, es simplemente la experiencia de experimentar la realidad de creer en Dios como la realidad de tal experiencia puramente personal.
Aunque la religión no sea el producto de las especulaciones racionalistas de una cosmología material, es, sin embargo, la creación de un discernimiento interior totalmente racional que se origina en la experiencia mental del hombre. La religión no nace de las meditaciones místicas ni de las contemplaciones aisladas, aunque sea por siempre más o menos misteriosa y siempre indefinible e inexplicable en términos de razón intelectual pura y de lógica filosófica. Los gérmenes de la verdadera religión se originan en el dominio de la conciencia moral del hombre, y son revelados en el crecimiento del discernimiento interior espiritual del hombre, esa facultad de la personalidad humana que crece como consecuencia de la presencia del Ajustador del Pensamiento revelador de Dios en la mente mortal hambrienta de Dios.
La fe une el discernimiento moral con las discriminaciones conscientes de los valores y el sentido de deber evolucionario preexistente, completa el linaje de la verdadera religión. La experiencia de la religión eventualmente da como resultado la conciencia certera de Dios y la seguridad indudable de la sobrevivencia de la personalidad creyente.
Así pues se puede ver que los deseos religiosos y los impulsos espirituales no son de naturaleza tal como para conducir a los hombres meramente a querer creer en Dios, sino más bien que son de una naturaleza y poder tal que los hombres quedan profundamente marcados por la convicción de que deben creer en Dios. El sentido de deber evolucionario y las obligaciones consiguientes a la iluminación de la revelación producen una impresión tan profunda sobre la naturaleza moral del hombre que éste finalmente llega a esa situación de la mente y actitud del alma en la que concluye que no tiene derecho a no creer en Dios. La sabiduría más elevada y superfilosófica de un individuo así esclarecido y disciplinado instruye en último término que dudar de Dios o desconfiar de su bondad equivaldría a traicionar la cosa más real y más profunda dentro de la mente y del alma humana —el Ajustador divino.

EL HECHO DE LA RELIGIÓN
La realidad de la religión consiste totalmente en la experiencia religiosa de los seres humanos racionales y promedios. Y éste es el único sentido en el cual la religión se puede considerar científica o aun psicológica. La prueba de que la revelación es revelación es este mismo hecho de la experiencia humana: el hecho de que la revelación sintetiza las ciencias aparentemente divergentes de la naturaleza y la teología de la religión en una filosofía uniforme y lógica del universo, una explicación coordinada y continua tanto de la ciencia como de la religión, creando así una armonía de mente y satisfacción de espíritu que responde en la experiencia humana a aquellas interrogaciones de la mente mortal que desea saber cómo cumple el Infinito su voluntad y sus planes en la materia, con las mentes y sobre el espíritu.
La razón es el método de la ciencia; la fe es el método de la religión; la lógica es la técnica intentada de la filosofía. La revelación compensa la ausencia del punto de vista morontial, proveyendo una técnica para llegar a la unidad en la comprensión de la realidad y de las relaciones de la materia y el espíritu por la mediación de la mente. La verdadera revelación no vuelve jamás artificial a la ciencia, irrazonable a la religión ni ilógica a la filosofía.
La razón, mediante el estudio de la ciencia, puede conducir, a través de la naturaleza, de vuelta a una Primera Causa, pero se necesita la fe religiosa para transformar la Primera Causa de la ciencia en un Dios de salvación; y la revelación se necesita ulteriormente para validar tal fe, tal discernimiento interior espiritual.
Existen dos razones básicas para creer en un Dios que fomenta la supervivencia humana:
1. La experiencia humana, la seguridad personal, la esperanza y confianza que de algún modo son registradas e iniciadas por el Ajustador del Pensamiento residente.
2. La revelación de la verdad, sea por ministerio personal directo del Espíritu de la Verdad, por el autootorgamiento mundial de Hijos divinos, o a través de las revelaciones de la palabra escrita.
La ciencia acaba su búsqueda por la razón en la hipótesis de una Primera Causa. La religión no se detiene en su trayectoria de fe hasta no estar segura de un Dios de salvación. El estudio discriminatorio de la ciencia sugiere lógicamente la realidad y existencia de un Absoluto. La religión cree sin reservas en la existencia y realidad de un Dios que fomenta la supervivencia de la personalidad. Lo que la metafísica completamente fracasa en hacer, lo que aun la filosofía parcialmente fracasa en hacer, lo hace la revelación; es decir, que afirma que esta Primera Causa de la ciencia y el Dios de salvación de la religión son una y la misma Deidad.
La razón es la prueba de la ciencia; la fe, la prueba de la religión; la lógica, la prueba de la filosofía, pero la revelación se valida sólo por la experiencia humana. La ciencia produce conocimiento; la religión produce felicidad; la filosofía produce unidad; la revelación confirma la armonía experimental de este alcance trino a la realidad universal.
La contemplación de la naturaleza puede tan sólo revelar a un Dios de la naturaleza, un Dios de movimiento. La naturaleza exhibe tan sólo la materia, el movimiento y la animación —la vida. La materia más la energía, bajo ciertas condiciones, se manifiesta en formas vivas, pero aunque la vida natural sea de esta manera relativamente continua como fenómeno, es totalmente transitoria en cuanto a las individualidades. La naturaleza no proporciona base para la creencia lógica en la supervivencia de la personalidad humana. El hombre religioso que encuentra a Dios en la naturaleza ya ha encontrado primero a este mismo Dios personal en su propia alma.
La fe revela a Dios en el alma. La revelación, el sustituto del discernimiento interior morontial en un mundo evolucionario, permite al hombre ver en la naturaleza al mismo Dios que la fe exhibe en su alma. Así pues la revelación consigue formar un puente entre lo material y lo espiritual, aun entre la criatura y el Creador, entre el hombre y Dios.
La contemplación de la naturaleza señala lógicamente que existe una guía inteligente, aun una supervisión viviente, pero no revela en ninguna forma satisfactoria a un Dios personal. Por otra parte, la naturaleza no demuestra nada que impida considerar al universo como obra del Dios de la religión. No se puede hallar a Dios a través de la naturaleza por sí sola, pero una vez que el hombre le haya encontrado de otra manera, el estudio de la naturaleza se vuelve completamente acorde con una interpretación más elevada y más espiritual del universo.
La revelación como fenómeno de época es periódica; como experiencia personal humana es continua. La divinidad funciona en la personalidad mortal como el don Ajustador del Padre, como el Espíritu de la Verdad del Hijo y como el Espíritu Santo del Espíritu del Universo; mientras que estas tres dotaciones supermortales se unifican en la evolución experiencial humana, como el ministerio del Supremo.
La verdadera religión es discernimiento interior de la realidad, el vástago de fe de la conciencia moral, y no un simple consentimiento intelectual en un cuerpo de doctrinas dogmáticas. La verdadera religión consiste en la experiencia de «que el Espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios». La religión consiste, no en proposiciones teológicas sino en discernimiento espiritual interior y sublimidad de la confianza del alma.
Tu naturaleza más profunda —el Ajustador divino— crea dentro de ti un hambre y sed de rectitud, un certero deseo de perfección divina. La religión es el acto de fe del reconocimiento de este impulso interior al alcance divino; así se obtiene esa confianza y seguridad del alma de la cual te vuelves consciente como camino hacia la salvación, la técnica de la supervivencia de la personalidad y todos aquellos valores que has llegado a considerar verdaderos y buenos.
La comprensión de la religión no ha sido nunca ni será jamás dependiente de gran saber o de lógica ingeniosa. Es discernimiento interior espiritual, y ésa es precisamente la razón por la cual algunos de los más grandes maestros religiosos del mundo, aun los profetas, a veces han poseído tan poco de la sabiduría del mundo. La fe religiosa está al alcance tanto de los cultos como de los incultos.
La religión debe ser por siempre su propio crítico y juez; no puede ser observada, ni mucho menos comprendida, desde afuera. La única seguridad que tienes de un Dios personal consiste en tu propio discernimiento en cuanto a tu creencia en las cosas espirituales y experiencia con ellas. Para todos aquellos de tus semejantes que hayan tenido una experiencia similar, no es necesario ningún argumento sobre la personalidad o la realidad de Dios, mientras que para todos los demás hombres que no están seguros de Dios de esta manera, no hay argumento posible que pueda ser jamás realmente convincente.
La psicología puede en efecto intentar estudiar los fenómenos de las reacciones religiosas al medio ambiente social, pero no puede esperar jamás penetrar los motivos y mecanismos reales e interiores de la religión. Tan sólo la teología, la provincia de la fe y la técnica de la revelación, puede proporcionar un recuento inteligente de la naturaleza y contenido de la experiencia religiosa.

LAS CARACTERÍSTICAS DE LA RELIGIÓN
La religión es tan vital que persiste en ausencia de la erudición. Vive a pesar de su contaminación con cosmologías erróneas y filosofías falsas; sobrevive aun a la confusión de la metafísica. A través de todas las vicisitudes históricas de la religión y en ellas siempre persiste aquello que es indispensable para el progreso y la supervivencia humanos: la conciencia ética y moral.
La fe-visión o intuición espiritual, es la dote de la mente cósmica en asociación con el Ajustador del Pensamiento, que constituye el don del Padre para el hombre. La razón espiritual, la inteligencia del alma, es la dote del Espíritu Santo, el don del Espíritu Creativo al hombre. La filosofía espiritual, la sabiduría de las realidades espirituales, es la dote del Espíritu de la Verdad, el don combinado de los Hijos autootorgadores a los hijos de los hombres. Y la coordinación e interasociación de estas dotes espirituales constituyen al hombre en una personalidad espiritual con un destino potencial.
Es lo que el Ajustador posee de esta misma personalidad espiritual en su forma primitiva y embrionaria lo que sobrevive a la muerte natural de la carne. Esta entidad compuesta de origen espiritual en asociación con la experiencia humana está habilitada, mediante el camino vivo previsto por los Hijos divinos, a sobrevivir (bajo la custodia del Ajustador) a la disolución del yo material de la mente y la materia cuando dicha asociación transitoria de lo material y lo espiritual se divorcia debido a la cesación del movimiento vital.
A través de la fe religiosa, el alma del hombre se revela a sí misma y demuestra la divinidad potencial de su naturaleza emergente por la forma característica en que induce a la personalidad mortal a reaccionar ante ciertas situaciones intelectuales y sociales difíciles y de prueba.
La genuina fe espiritual (conciencia moral auténtica) se revela en que:
1. Ocasiona el progreso de la ética y de la moral a pesar de las tendencias animalísticas inherentes y adversas.
2. Produce una confianza sublime en la bondad de Dios aun frente a un amargo desencanto y una derrota total.
3. Genera profundo valor y confianza a pesar de la adversidad natural y la calamidad física.
4. Exhibe un aplomo inexplicable y una tranquilidad constante a pesar de la presencia de enfermedades desconcertantes y aun de sufrimiento físico agudo.
5. Mantiene un aplomo misterioso y un equilibrio de la personalidad frente al maltrato y las injusticias más flagrantes.
6. Mantiene una confianza divina en la victoria final a pesar de las crueldades de un hado aparentemente ciego y de la aparente indiferencia total al bienestar humano de las fuerzas naturales.
7. Persiste en la creencia indestructible en Dios a pesar de todas las demostraciones contrarias de la lógica y resiste con éxito todos los demás sofismas intelectuales.
8. Continúa exhibiendo una fe infalible en la supervivencia del alma a pesar de las enseñanzas engañosas de la ciencia falsa y de los delirios persuasivos de una filosofía defectuosa.
9. Vive y triunfa a pesar del peso demoledor de las civilizaciones complejas y parciales de los tiempos modernos.
10. Contribuye a la supervivencia continuada del altruismo a pesar del egoísmo humano, de los antagonismos sociales, las avideces industriales y los desajustes políticos.
11. Se adhiere en forma inquebrantable a la creencia sublime en la unidad universal y en la guía divina a pesar de la presencia desconcertante del mal y del pecado.
12. Continúa adorando a Dios a pesar de todo y de cada cosa. Se atreve a declarar «aunque me matare, seguiré sirviéndole».

Sabemos pues mediante tres fenómenos, que el hombre tiene un espíritu o espíritus divinos residentes en él: en primer término, por experiencia personal —la fe religiosa; en segundo término, por la revelación —personal y racial; y en tercer término, por la exhibición sorprendente de reacciones tan extraordinarias y poco naturales a su medio ambiente material como las que se ilustran en la enumeración arriba mencionada de doce actuaciones de aspecto espiritual en la presencia de tesituras reales y difíciles de la existencia humana real. Y aún hay más.
Y es precisamente tal actuación vital y vigorosa de la fe en el dominio de la religión la que da al hombre mortal derecho a afirmar la posesión personal y la realidad espiritual de esa dote coronadora de la naturaleza humana: la experiencia religiosa.